ICONOGRAFÍA DEL
EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
DEL TEMPLO PARROQUIAL DE
SANTIAGO APÓSTOL DE LORQUÍ
La imagen que nos ocupa es una de las cuatro grandes esculturas que se conservan del periodo anterior a nuestra Guerra Civil entre 1936 y 1939. Es, además, la única de la que conocemos toda su historia material tanto por la tradición oral como por las fuentes escritas.
La efigie jesuítica llegó a nuestro templo la tarde del jueves, 6 de junio de 1897, a la sazón día del Corpus Cristi e inicio de su novena. Lo hizo sobre el trono en el que la cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno porta la Cruz Triunfante en la mañana del Domingo de Resurrección y tras ser bendecida en la actual ermita de la Purísima que el notario D. Carlos Soriano había levantado junto a su flamante casa-torre en el Llano de Molina. La misma, tanto antes como ahora, está en el término municipal de Lorquí y, entonces, era feligresía de nuestra parroquia santiaguista como lo siguió siendo hasta la erección canónica de la actual parroquia de la Purísima en la década de los sesenta del pasado siglo XX. La nueva efigie fue un regalo de D. Gregorio García Gil, “el Tío Grillo”, a su muy devota esposa Dña. Josefa García Visedo, cuya familia materna procedía de la localidad alicantina de Polop de la Marina. La nueva efigie había sido encargada al mejor escultor murciano de la segunda mitad del siglo XIX, D. Francisco Sánchez Tapia, que, entre sus muchas obras, había realizado un Sagrado Corazón de Jesús para la catedral de Murcia con la que nuestra imagen jesuítica guarda grandes similitudes. Todo esto lo sabemos porque fue publicado en el rotativo El tiempo, el viernes 7 de junio de 1897. Se trata de una imagen enlienzada con cabeza, manos y pies tallados en madera. Sigue la estela artística del barroco murciano de Francisco Salzillo con cuya obra guarda grandes semejanzas. Su cabeza recuerda en dibujo, modelado y dulzura en la mirada, a la obra póstuma del maestro: el Jesús de los Azotes de la cofradía de Jesús Nazareno de Murcia; y su poderosa cabellera entronca con la que muestra nuestro S. José. Es una de las últimas obras de Sánchez Tapia, pues el mismo falleció un año después: en 1898. La imagen fue restaurada por D. Francisco Liza Alarcón en la década de 1990 y se limitó en limpiar toda su policromía y en volver a platear la nube bajo sus pies. Mención aparte merecen las potencias de la imagen. Siguen la tipología murciana de partir de una galleta central, decorada con las iniciales de Cristo: JHS, de la que nacen los tres haces de rayos, todos ellos biselados. La sujeción a la cabeza es, también, la tradicional murciana con un solo perno en su parte posterior. El material es latón dorado al fuego, cincelado y repujado. Salió del taller de los Senac: Luis Senac Huertas, fallecido en 1902 y su hijo: Andrés Senac, heredero y continuador del oficio paterno.
El matrimonio formado por D. Gregorio y Dña. Josefa había comprado en 1885 a los hermanos D. Alejandro y Dña. Ángeles Marco Iniesta la antigua Casa Encomienda ubicada en la plaza de la Iglesia de Lorquí. Los mismos la habían adquirido al estado tras las desamortizaciones de 1836. En dicho edificio los hermanos Marco Iniesta habían abierto una tienda “de todo un poco” como delegación de su flamante establecimiento capitalino sito en la confluencia de Trapería con S. Cristóbal. En la misma trabajaba D. Gregorio García Gil, natural de Ceutí y, tras su matrimonio, sus empleadores, le vendieron vivienda y tienda. Los nuevos dueños, D. Gregorio y Dña. Josefa, mantuvieron la tienda en los bajos de la casa y habilitaron la primera planta como residencia de su numerosa prole. Entre sus hijos tenemos que nombrar a D. Jesús García García nacido en 1898 y que recibió su nombre en honor a la nueva imagen que colmó los deseos devocionales de Dña. Josefa, su madre. D. Jesús sería maestro de primaria, director de las escuelas graduadas de Lorquí y, a su jubilación, daría su nombre al único colegio existente, por entonces, en nuestro municipio. Para nuestra parroquia, sería, por delegación del párroco, D. Daniel Moreno, primer presidente fundador de Caritas parroquial de Lorquí en los años cuarenta del pasado siglo XX.
Para la nueva imagen cristífera D. Gregorio García Gil y su esposa, abrieron un pequeño oratorio en una de las habitaciones. Allí residió la imagen hasta su evacuación al museo de Bellas Artes la madrugada del 25 de Julio de 1936. Entre 1898 y 1919, la imagen era trasladada al templo parroquial durante el mes de junio para presidir los cultos que le tributaba la asociación de fieles del Apostolado de la Oración y que culminaban con la procesión de la tarde del 29 de junio, festividad de S. Pedro.
Esta congregación mixta fue el fruto más visible de la llegada de la nueva imagen. Una segunda consecuencia fue la adquisición, por parte de esta asociación de fieles, de una nueva imagen cordífera, en 1919. La misma se situó en la hornacina del baptisterio en la que actualmente se abre una ventana al exterior y ante ella se celebraron los ejercicios de los Primeros Viernes de Mes y los cultos del mes de junio, incluida la procesión vespertina de la festividad de S. Pedro. Así durante dieciséis años, en Lorquí hubo dos imágenes del Corazón de Jesús: la actual que pertenecía a la familia de D. Gregorio y Dña. Josefa y la de la parroquia que el año 1936 desapareció calcinada pasto de las llamas iconoclastas.
Este fue el motivo por el que en 1939, cuando la imagen volvió de su último escondite bélico en la capilla del Pilar de la Catedral de Murcia, el Corazón de Jesús “del Tío Grillo” no lo hizo a la hornacina de su casa sino al templo parroquial donde ocupó el altar del crucero izquierdo donde había estado, hasta entonces, la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno. Los fervores del nacionalcatolicismo de nuestra posguerra, la gran devoción al Sagrado Corazón del nuevo párroco D. Daniel Moreno y la aquiescencia de D. Gregorio García Gil a la sazón camarero de ambas imágenes, explican este cambio de ubicación. Su esposa, Dña. Josefa García Visedo había muerto, “en olor de santidad”, en 1934, pues el párroco D. Florencio declaró que en la hora del óbito, él vio su alma, en forma de nuble blanca, elevarse sobre el sagrario. Por tanto la nueva ubicación fue también un homenaje póstumo a Dña. Josefa García Visedo verdadero origen no solo de la actual imagen sino también de la devoción a la misma con la fundación, en nuestro pueblo, del Apostolado de la Oración. Entre 1939 y 1955 su altar se decoró con un trampantojo, en forma de gran manto real, en referencia a la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. Hecho ocurrido en 1919, en presencia del rey Alfonso XIII y realizado en el Cerro de los Ángeles. Dicho retablo pictórico, también, hacía referencia a la realeza simbólica de Cristo sobre España y el mundo tras la nueva fiesta de Cristo Rey del Universo que, para terminar el año litúrgico, el último domingo de octubre, el papa Pío XI había instaurado en 1925, al término de la Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra había periclitado al último emperador católico de Austria y Serenísimo rey cristiano de Hungría, Carlos de Habsburgo y la nueva fiesta era un homenaje a las monarquías cristianas, baluartes de la cristiandad, que el comunismo y el liberalismo estaban destronando. Este retablo pictórico fue tapado, en 1955, por el retablo josefino de la capilla del seminario menor que el párroco D. Juan Navarro había adquirido. Allí estuvo hasta que en el 2000 el Sagrado Corazón de Jesús “del Tío Grillo” volvió muy cerca de la ubicación primigenia de la antigua imagen cristífera de la parroquia: la primera capilla de la epístola, donde estaba la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno que, de esta forma, volvía a su ubicación original, en el lado izquierdo del crucero, entre 1827 y 1936.
Con esta Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús en el viernes siguiente a la finalización de la octava del Corpus (Jueves) y la subsiguiente del Inmaculado Corazón de María, el sábado posterior a la misma, se cierra el gran ciclo celebrativo variable del calendario religioso cristiano que se inició el Miércoles de Ceniza y que debe su aleatoriedad a depender de la Pascua de Resurrección de Cristo, siempre celebrada el primer Domingo posterior a la Primera Luna Llena de Primavera, fecha en la que los judíos celebran el paso por el Mar Rojo tras huir de la esclavitud de Egipto. Todo un ciclo religioso lunar, oriental y judío, que contrasta con el resto de fiestas cristianas, adscritas al calendario solar, occidental, grecorromano y egipcio.